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Cómo bailar tango en 10 lecciones.
[o Currículum Vitae no oficial]

Si el D.F. fue la región más transparente del aire,
¿por qué Toluca no iba a ser una ciudad bella? N. del A.

21 de octubre de 1970, 06:15 hrs. En la bitácora de la sala de maternidad de un conocido sanatorio con nombre de santo y arraigo de diablo apareció por primera vez mi nombre escrito. No se en qué diantres estarían pensando mis padres cuando decidieron ponerme Jesús, porque si alguien les hubiera dicho la clase de hereje que estaban trayendo al mundo lo habrían podido pensar dos veces y con ello evitarse (evitarnos) muchos dolores de cabeza. Esa fue la primera lección, aunque de ello me enteraría muchos años más tarde: Hay cosas en este mundo con las que tienes que aprender a vivir, te gusten o no.

Mi padre desapareció un día de enero, y con él se fueron para siempre los regalos de navidad (quizás por eso Santa Claus no es muy de mi devoción). Después sólo me quedó una piedra fría y gris donde llevar flores. Lección número dos: No se puede vivir de buenas intenciones.

Fui educado de manera conservadora: Cada día tenía que obedecer y alinearme por la derecha si quería conservar mis dientes en su lugar (he ahí lo conservador del asunto) y sin embargo no tengo reproches: La letra con sangre entra y esa es la lección número tres: Se madura a catorrazos, y si no te los dan en tu casa te los darán en cualquier otro sitio, pero al igual que la comida, en la calle el servicio es mucho más caro y acabas pagando hasta por lo que no te comiste.

Aún a estas alturas no entiendo a qué hora pasaron los años del 4o de primaria al 1o de prepa, pero tengo papeles, moretones y un par de rodillas dañadas que demuestran que pasé por todos los grados intermedios. La prepa fue mi primer contacto con la educación superior y me entusiasmaba el sobrenombre del plantel: "Centro vacacional No 1 Delgolfo López Paseos". Por un momento juré que pasaría tres años como mínimo de exquisitas vacaciones a costillas de mi madre. Craso error y lección número cuatro: La escuela, como todo en la vida, es parecida a un tianguis: puedes ir o puedes faltar, puedes ir de mirón o puedes llevarte lo que te vaya interesando. Todo es cuestión de coraje, de actitud y, sobre todo, de cuánto estés dispuesto a pagar por lo que te lleves.

Creo que todos tenemos una etapa de la vida que quisiéramos volver a vivir: Unos para recordar, otros para no envejecer y otros para enmendarnos con nosotros mismos. En la universidad no sólo aprendí diseño —esa era la materia optativa— pero la verdadera cátedra fue todo menos gentil. La formación académica es como el simulador: Si la riegas nadie resulta herido, pero la vida profesional es como las horas de vuelo: Un error y quizás el primero en entregar el equipo seas tú. Lección número cinco.

Medía 1.70 m., 90, 59, 92 (lo juro), era morena como la lujuria misma y llevaba encerrado en algún sitio (que por cortesía no voy a mencionar) una fórmula freudiana para sacudir los más intrincados recovecos del subconsciente humano. Ella robó mi corazón... y después lo vendió como chatarra. Originalmente esta lección se intitulaba "La mula no era arisca, los palos la hicieron ser". Después de pensarlo un poco, creo que la lección número seis se resume a: "El que se quema con leche hasta al jocoque le sopla".

Entrada a las 9:00, comida de 2:00 a 4:00, salida a las 8:00. En el inter, diseñar, producir, fotografiar e ilustrar carteles, programas y demás delicias para los eventos culturales de Metepec, Estado de México. Una chamba de lo más divertida que acabó abruptamente con un golpe de mala prensa y maromas políticas. Un juego de traiciones donde cada quien jaló agua para su molino. Lección número siete: Si aquel que dice ser tu mejor amigo te da una puñalada por la espalda, debes desconfiar de su amistad.

Soy un hombre de montaña. Me gusta el frío, los bosques, las fogatas con leña de pino, las gorditas del mercado y el aire seco del invierno en el altiplano. Sin embargo, un buen día mandé un currículum para aplicar por una chamba en Cancún. El calor, la humedad y la arena distan mucho de ser mis ingredientes ideales de la felicidad, pero heme aquí. Donde la chamba llama, la nostalgia espera. Lección número ocho.

Lección número nueve: Las cosas siempre acaban en el lugar al que pertenecen. Como este maltrecho y dañado músculo cardiaco que por fin llegó a las manos indicadas.
Y esta vez confío en que será para siempre.

Llevo casi ocho lustros en este planeta. Nunca he sido un virtuoso en el antiguo arte de mover el esqueleto, pero he aquí que la experiencia deja secuelas imborrables y he aprendido —entre golpes, gritos, sombrerazos, arrumacos, abrazos y apapachos— que por más cornejiano que suene, se puede inventar, rehacer, intentar, conseguir y hasta aprender de todo en esta vida. Incluso a bailar tango, y esa es la lección número diez.

¿Bailamos?

Aquí está la versión oficial , por si gustas


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